Los chistes y los peones
Es la alegría lo que hace sabio al hombre, no son sus preguntas
León Tolstoi.
Ellos son de diferentes épocas de mi infancia y “alcoholescencia”, Pichirica, Gonzalito, González, pasando Por Raúl García, los Escobar y varios más, algunos de ellos vivían en el rancho que estaba al lado del zanjón limitando con celulosa, otros en la quinta de Corino que lindaba con nosotros aguas abajo, pero me gustaba ir a la casa de los peones a la tardecita, sentarme con ellos al fogón, escuchar sus historias, sus chistes y la guitarra, eso me provocaba un magnetismo especial.
Escuchar los chistes siempre fue los más lindo, los memorizaba, algunos me los copiaba, pero lo que más me importaba era el tono con el que los contaban para tratar de imitarlos cuando yo los contara a mis amigos, aunque el vocabulario no era muy amplio, los gestos ademanes y trucos de narrador eran excelentes, es impresionante como esa gente sin la cultura del narrador, ni siquiera de un lector o estudioso de las artes tuviera la capacidad de atrapar la atención casi naturalmente, solo con su tono de voz y ademanes autodidactas.
Quizás era su manera de amortiguar la frustración de no lograr sus objetivos o quizás en su inconsciencia de cuanto puede ser un ser humano lograban elevar naturalmente su sabiduría con estos chistes, obteniendo serenidad a través de la risa.
Memorizando y copiando los movimientos de los narradores ocasionales lograba el estado de alegría que ellos producen, aparte de todo lo que rodeaba a la situación, el olor de la leña ardiendo en el fogón, el guiso en la cacerola, el pan casero y los mates de la tarde, los salamines y el queso de la picada, el ruido de la guitarra, que ni siquiera s e podían llamar acordes.
Mucha gente en la actualidad urbana que vivimos, en la que se considera a la gente inteligente o no por su capacidad de pensar racionalmente o sus credenciales, sin pensar en lo sabio que pudiera llegar a ser solo por su experiencia de vida, al escuchar chistes esa gente trata de no reírse, o menosprecia a los chistes de acuerdo a si son “inteligentes” o no.
Personalmente durante mucho tiempo de mi vida adulta considere los chistes de la misma manera. Hoy luego de reflexionar sobre este tema, me doy cuenta que no hay chistes buenos o chistes malos, ya que los chistes están hechos con el objetivo de solo hacer reír, el tema que elija aquel que cuente un chiste puede estar en duda o no pero el objetivo es solo ese, por lo tanto su función es mucho más elevada de lo que la mente humana pudiera entender en su lógica de tres dimensiones. Resumiendo, si trato de analizar un chiste me estoy perdiendo de lo más importante, reírme, solo reírme…y esto es lo más terapéutico en la vida urbana.