Amigos, no recuerdo si puse algo asi... aunque espero que les guste.
Matar el aburrimiento
El lobo no ladra, esta echado debajo de la casa, disfrutando de la sombra de la siesta, del silencio interrumpido por los “mangangás” y su taladro ensordecedor que pareciera que solo trabajan a la hora del silencio.
Yo sentado en el suelo apoyando la cabeza en uno de los postes de la casa, leyendo una revista de las que más me gustan, Gilgamesh es un personaje atrapante, después del paso del tiempo descubriría quien era este personaje inmortal tan intrigante de los comics de la época, la palabra comic me resulta como menos extraña, no la relaciono con esas aventuras en papel de las que era el protagonista único, sublime y valiente, espada de madera con un clavo para asemejar esas armas antiguas manipuladas por el héroe que ahora estaba cerca de la zanja subiendo a la canoa luchando por su vida y la de su amada, quien permanece cautiva del villano en la torre del castillo que ahora es bajo la proa de la canoa cubierta por una lona, la que se resiste a los embates de mi espada, tropiezo con una botella plástica cortada en ángulo que se usaba para achicar el agua de la canoa, no caigo, hubiera sido fatal ya que el villano avanzaba hacia mi blandiendo su espada para, con un golpe certero, acabar con mi vida y mi aventura, pero mantengo mi espada firme y el enemigo cae sobre ella, pasa un instante que parecen horas, luego retiro mi espada del cuerpo sin vida y la analizo, es mi fiel compañera, mi protectora, mi talismán, esta toda mellada y salpicada por el fragor de la batalla.
Guardo la espada, me seco la transpiración y miro a la princesa, ella esboza una tímida sonrisa, su piel brilla a la luz del sol de la isla a la hora de la siesta, el ruido se apaga y suenan los violines, los pájaros comienzan su canto dedicado a los enamorados, que en este momento se estrechan en un abrazo seguido por un beso apasionado, tomo a mi amada y la cargo en brazos, bajo de la canoa y camino con ella hacia las escaleras, me sigue el gato, para quien en su instinto llevo comida, paso al lado del lobo, abre un ojo y me mira, extrañado diría, se espanta una mosca con la oreja y vuelve a cerrar los ojos, llego al pie de la escalera, se ve majestuosa, enorme, lleva al castillo en donde el rey en agradecimiento por haber salvado a la doncella, me otorgara el título de caballero y la mano de mi amada, subo lentamente, con solemnidad diría, paso la galería que ahora está cerrada, pero antes era abierta, la puerta esta entreabierta, atravieso el comedor, pisando suavemente, las tablas de pino tea de los pisos rechinan por el peso, llego a la cocina, deposito a la princesa en el suelo, el rey hace una seña y dos guardias se adelantan y sostiene a mi amada para que no caiga, yo traspirado, magullado, herido, pero feliz, el rey me hace arrodillar y me nombra caballero.
Afuera se escucha el ruido de la marejada dejada por un barco que acaba de pasar, no me había dado cuenta, la canoa golpea contra la estacada como reprochándose el haber perdido esa batalla, bajo lentamente la escalera, tengo que tener cuidado porque el último escalón se había aflojado cuando con la ultima creciente amarre la canoa en ella y de un tirón quedo medio suelta, una expresión radiante en la cara, había vencido.
Me siento, saco mi espada, la reviso y la limpio, esta todo en orden, cierro la revista, ya esta, esta batalla termino…
Hoy escucho por ahí que el mayor problema de los adolescentes es el aburrimiento.
Viajero del alma.