Existen en nuestro país tres tipos de víboras con capacidad de matar: cascabel, coral y yarará. Pero por mucho (97 % de acuerdo a cifras del Ministerio de Salud) los casos de ofidismo son aportados por esta última. Bajo el nombre genérico de “yarará” suelen englobarse siete especies ponzoñosas de la Argentina. Tres de ellas, distribuidas en gran parte de nuestro territorio. Las de mayor importancia sanitaria es la víbora de la cruz o yarará grande (Rhinocerophis alternatus), distribuida desde el norte y centro del país hasta Río Negro. Las otras especies son la yarará chica (Bothropoides diporus), distribuida desde el norte argentino hasta La Pampa; la yarará ñata (Rhinocerophis ammodytoides), con presencia en el noroeste, centro y sur de la Argentina (ostentando el título de la serpiente venenosa más austral del mundo). Las cuatro restantes se encuentran en Misiones: la yararaca (Bothrops jararacá), la yararacussú (Bothrops jararacussu), la yarará (B. moojeni) y la yarará de vientre negro (B. cotiara). La yarará grande o víbora de la cruz es la responsable del 90 % de las mordeduras de yarará.
Mide entre 1,20 y 1,60 m de longitud, su dorso es de color pardo grisáceo con dibujos castaños bordeados de blanco en forma de “C” acostada, el vientre es blanquecino y posee una cruz blanca sobre su cabeza. Perturbada, es una víbora de temperamento agresivo, de comportamiento crepuscular y nocturno, en franca sincronía con el de sus principales presas: roedores y anfibios. Pare sus crías vivas, siendo estas casi tan peligrosas como su madre. Su ciclo vital se estima en unos 10 años y se la encuentra de preferencia tanto en pastizales con rocas como en zonas húmedas, próximas a orillas de ríos y esteros.
MORDEDURA: Lo primero que percibirá el accidentado es un dolor punzante y urente, sumamente intenso, al que continuará un edema inflamatorio con grandes ampollas de contenido hemático. Más tarde se iniciarán los síntomas generales: náuseas, vómitos, disminución de la agudeza visual, taquicardia, hipotensión, shock, hemorragias y eventualmente la muerte. Si la víctima sobrevive -lo más común si ha sido tratada de forma conveniente- aparecerá hacia el segundo día la necrosis de músculos y tegumentos, al punto de dejar a veces al desnudo los huesos subyacentes. Las mordeduras más peligrosas son las producidas en la cabeza y en niños de corta edad o débiles. La demora en la aplicación del suero antiofídico, desde luego, agrava el cuadro.
PARA PREVENIR ACCIDENTES: es fundamental el uso de botas, dado que el 80 % de las mordeduras se produce en las piernas, y deberemos cuidarnos de no introducir las manos en cuevas ni huecos de árboles, ni remover troncos caídos con las manos y menos de manera descuidada. Habrá que experimentar el máximo cuidado en las zonas cercanas a cuerpos de agua, pajonales, montes, cultivos o sendas poco transitadas. En zonas de ofidismo vale mantener un espacio libre de toda maleza en derredor a las viviendas. Fragmento adaptado por Aprendelta, extraído del texto del Dr. Eduardo Esparrach
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