Guille, el delta llama y tira, no importe donde estés te llama y si no vas tira, tira hasta que te acercas.
Si bien nací y viví en Buenos Aires toda mi vida, el delta estuvo presente desde que tenía tres años, siempre lo disfruté.
Hasta no hace mucho, viví en las Sierras de Córdoba un par de años, alternando con México, hasta que en el 2009 me fui a la tierra de los mariachis, con mi mujer mexicana.
Vivímos en Villa La Bolsa, que está a 6 kms. de Altagracia, a oriillas del río Anisacate, donde nos bañabamos en sus frescas y calmas alguas, rodeados de un paisaje serrano único, con paredes de roca que caían en rapel al agua y playas de arena que estaban para el que quería disfrutarlas.
Una de las ventanas daba a una quebrada que unos metros mas abajo desembocaba en el río.
Teníamos canteros que hicimos con troncos de madera y tierra fertilizada con compost hecho por nosotros también, donde plantámos un montón de flores de todos colores y variedades, además de una huerta que disfrutábamos regar todos los días cuando el calor de la tarde bajaba.
Más luego, nos fuimos a México con todo su colorido, música y costumbres. Estando allí en medio de todo lo que te cuento, entre gente que me apreciaba mucho, hecho que los mexicanos demuestran abiertamente, el delta empezó a llamar, imágenes surgían a cada momento, sus orillas, el movimiento de sus aguas, su olor, momentos e imágenes de sus ríos, el sonido de sus árboles se hacían presente, la pesca, el sol y el clima tan especial al momento del amanecer y la calma del anochecer, esas reflexiones que uno tiene con uno mismo y las charlas con amigos sentados en el tronco predilecto, el crepitar de la madera en la salamandra y el frío endemoniando que uno llega a querer. En fin el delta me empezó a llamar y...