Antes semejantes cuentos, pienso que la pobre Catalina, pofesora de musica ella, la ha sacado muúuy barata. Nos aprontabamos siempre muy cerca del piano... calculando exactamete el espacio existente entre el borde de la tarima del banco del piano y la páta del mismo. con una presicion digna de un cirujano, colocabamos la pata en el borde, de forma tal que la pobre Catalina duraba sentada solo los primeros acordes...luego era un desparramo de humanidad en el piso...