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« en: Junio 17, 2014, 03:29:30 pm »
Sordos golpes de madera vieja, despintada, rumores de agua, el bote islero avanza suavemente, deja apenas una tenue espuma en el cálido remanso que brinda el atardecer y el Carapachay.
El hombre rema ensimismado, no puede ser perturbado por nada ni nadie, repite perfectos movimientos en cada remada, hay algo especial en el que no me permite apartar la mirada, de espaldas a su destino, adivina sin error su curso, atrás quedan camalotes, juncales, recodos y otros regalos del río.
Tantos años para entender, se dijo a sí mismo, sin dejar de remar, mientras acomoda en su cabeza las piezas de innumerables recuerdos que por fin encajan y dan forma a algo que inesperadamente le resulta trascendente.
Sería así? O desvariaba? No era fácil creer semejante visión que creaba en su mente, sin embargo, ahonda en estos pensamientos con enorme placer, una profunda satisfacción, la misma que había sentido alguna vez, mucho tiempo atrás, que lo vuelve a invadír... y fue en ese mismo lugar.
El Carapachay contenía atrapado en su cauce los mejores recuerdos de su infancia, pero sin duda no se trataba sólo de eso.
Se trataba de otra cosa, estaba seguro que no sólo le pasaba a el, era una singularidad, pero de muchos, general!, e inmediatamente pensó: qué contrasentido!, pero las piezas encajaban, esos recuerdos, su particular esencia, eran parte de algo distinto, quizás universal, por lo menos de una geografía particular, si es que se puede reducir el Delta a un lugar geográfico, claro que no! eso no!, se dijo a sí mismo.
La experiencia singular pertenecía a otros universos, era atemporal, había historias encerradas desde siempre, profundas emociones atrapadas como una energía fluyendo en el caudal de las aguas.
Dicen que la realidad es una convención, es decir cuando muchos decimos que alguna cosa es de determinada manera, simplemente es así.
He aquí la esencia de esta singularidad.
Estamos atrapados!, en el Delta, que me niego a definir como un lugar, felizmente atrapados claro!, miles de personas, historias, culturas de todos los tiempos, algunas aparentemente contrapuestas, múltiples especies, las más diversas formas de vida, de las que entendemos y de las que no, todo confluye en un tipo de experiencia de armonía única.
Lo cierto es que algunos pertenecemos a esta realidad singular y colectiva que involucra todo, incluso lo que la ciencia aún no define y lo que las religiones evitan o reducen, y no hay forma de volver atrás cuando se pertenece! es más, no hay atrás!, sólo es un ahora, con una eternidad que la envuelve.
Volver al bote tantos años después lo hizo comprender,... siempre estuvo allí, remando feliz en este universo paralelo, tan real para muchos, los que pertenecen, y tan invisible para muchos más, que pueden pasar por el lugar sin ver, esta, la magia particular y sin ser atrapados.
Es sin duda una jugada de la naturaleza, mostrarnos su inmensidad en armonía, donde se conjugan, las historias de los cuentos de Quiroga, su vida, la de sus animales, sus amantes y los amantes de tantos, la vida de otros tantos, los que desaparecieron por voluntad propia entre sus ríos y sus montes y que sólo son vistos por aquellos que pertenecen, nadie más, aquí se conjugan verbos que no existen más allá de los montes y los ríos, todas las formas de vida comparten un lenguaje y nos hablan, a veces hasta nos gritan!.
Los sentidos adquieren capacidades ocultas, las leyendas y mitos son aquí parte de la realidad, nadie se atrevería a discutirlos, mientras tanto, los jangaderos siguen transportando su carga, los frutales brindan, sólo a nosotros, frutos de exquisitas sensaciones, el amor aquí es solo pasional. Entre las personas y entre todas las cosas, existe una fusión que es indescriptible, si, como el tejido vegetal del monte, fácil de percibir si duda pero solo para los que pertenecen.
Hace un tiempo, los más viejos pobladores, ancestrales algunos de ellos, (cabe aclarar que aquí nadie muere totalmente, es decir siempre se está de alguna manera!) Pensaron que todo podía acabar, la dispersión de los singulares, permítanme llamarlos así, podía acabar con la realidad del lugar, permítanme también reducirlo así, a el lugar, el Delta.
Pero no fue así,... un llamado, un alerta, un código cifrado, una intuición, golpea el alma de todos los que pertenecen, y estos empiezan a volver, algunos desde remotos lugares y reeligen ser, en esta singularidad.
Asi llegue, muchos años después, al Carapachay, muchos reman desde extremas latitudes hacia aquí, como si existiese un centro, donde algo ocurrió y donde nuevas cosas pueden suceder, .....y yo vi una de ellas y creo que es así, .....la nueva semilla en brazos de su madre, nació Pedro León, acá en el Carapachay, y no sólo pertenece, nos convoca a pertenecer a esta plenitud de vida, el delta es el lugar, pero sépanlo de una vez, sólo el lugar, lo demás lo singular lo descubrirán sólo si pertenecen y eso es un don, rueguen por su bien, por su felicidad y la plenitud de sus vidas ser elegidos, como Pedro León, para pertenecer!
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Carlos Di Camillo